domingo, 9 de septiembre de 2007

No es un grave error, es uno de otros tantos. Aprendí hace ya mucho que fiarse de Berlín era firmar la caida de mi propia ciudad que, ante la indiferencia inevitable de la alemana, caería en el olvido cubriendo de polvo cada uno de mis rincones.
¿Qué podía hacer sino mirar con recelo?
Por no caer ni perder hice caso omiso de sus telegramas, por muy urgentes que fuesen, aunque el Olvido estaba destinado a no aparecer hasta el último momento. Así, sin más abandoné con mi maleta roja sus calles hace meses -aunque parezcan siglos-.

No hay comentarios:

Datos personales